La Giralda presume orgullosa

Una final para el recuerdo. Más de 140 minutos disputados entre el encuentro, prórroga y descuento. Polémicas. Tensión. Goles. Y por último y no menos importante: penaltis. Si un aficionado al fútbol pudiera organizar un partido de principio a fin, hubiera elegido sin lugar a dudas el guion de ayer. Sevilla y la Europa League, una historia de amor mejor que la de Humphrey Bogart y Lauren Bacall.

Mendilibar se puso su mejor chándal y salió al campo como quien baja a por el pan, con rostro serio y sosegado. A su lado esperaba un hueso duro de roer, la Roma comandada por Jose Mourinho. Los primeros compases fueron música italiana ante un Sevilla que le costó entrar en el partido. Antes de finalizar la primera parte, Paulo Dybala puso por delante a los romanos con un gol muy característico del argentino: suave y pegadita al palo. Italia estaba de fiesta. ¿Su inconveniente? El Sevilla y Europa.

La segunda mitad de los hispalenses dejó en evidencia a la primera. La charla de Mendilibar en el descanso debió ser algo tal que así: «No me jodáis, no me he comido cuatro horas de vuelo pa perder». El Sevilla salió del vestuario con mucho orgullo y muy juguetón. En el 55′ de partido, Jesús Navas hizo su jugada característica por banda derecha, centró y un mal despeje del romano Mancini acabó en el fondo de las mallas. La música italiana dejó de sonar y empezó a tocar las palmas Camarón. El resto del encuentro fueron acometidas de los sevillistas y despejes de cabeza de Smalling, literalmente.

Tras 90 minutos de sufrimiento, el encuentro llegó a una prórroga muy trabada. El conjunto de Mourinho jugó sus cartas y ante el dominio sevillista, decidió que el balón no sería el protagonista. El cansancio hizo mella y los penaltis era la única vía para llevarse el trofeo a casa. Los 11 metros es un lugar de nombres propios. Teniendo a Bono y Montiel en la plantilla sabes que tienes las de ganar. Bono atajó dos penales y Montiel convirtió el último como ya hizo hace cinco meses en la final del Mundial. La historia estaba escrita. Si no se sufre, no vale. Y el Sevilla de sufrir sabe mucho.

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